Por: Francisco Caparrós Pujalte [Gnosis2002.com]
Desde la poca o mucha conciencia de cada uno, a nosotros y sólo a
nosotros nos corresponde decidir a qué dedicamos nuestra vida, a qué le
damos importancia y qué cosas nos dan igual.
Sin embargo es rara la persona que venera y comprende esa simple
noción de respeto por el libre albedrío de sus iguales (en cambio
abundan en todos los ámbitos quienes se dedican a valorar lo que está
bien y lo que está mal, lo que es moral y lo que es inmoral, lo que se
debe pensar, lo que no se debe decir, etc.).
Una persona que sabía hacer esto es precisamente el maestro Samael
Aun Weor, que teniendo algo realmente importante que ofrecer, lo
presentaba con humildad, haciéndose cargo hasta de los desprecios que
sabía que recibiría, de la ignorancia e incultura de aquellos a los que
nos interesaba lo que venía a decirnos, de que los que necesitábamos de
ese mensaje no sabíamos siquiera que su mensaje era lo que nos hacía
falta (lo que nos iba a permitir cambiar) y un largo etcétera de otras
circunstancias así. Y a pesar de saber que pagaría un alto precio por su
prometeica osadía, dio su mensaje sin imponer nada, sino siempre
invitando, siempre apelando a la conciencia de uno.
Verdaderamente Samael Aun Weor no fue un explotador de los demás,
sino que se atrevió a desafiar a todo un imperio del mal para trasmitir
un mensaje a unos cuantos esclavos, un mensaje con las instrucciones
imprescindibles para liberarse, un mensaje delicado y peligroso tanto
para el que lo da como para el que lo recibe pues es mucho el arrojo y
valentía que se necesita para ponerlo en práctica, y es previsible que
muchos, no pudiendo realizarlo en si mismos, decidan cobrarse venganza
al juzgar que el mensaje que se les dio no sirve y encima les ha puesto
en peligro...
Hay un imperio del mal, una gran logia negra con sede en Bután pero
con instituciones instaladas en la cima del poder económico y político
como Bohemian Grove, que se dedica al culto a Moloch (un culto salvaje
donde uno se compromete con el poder del terrible Moloch a cambio de
cierto poder, funcionando todo un poco como si de una jerarquía mafiosa
se tratase, y siendo las consecuencias de todo eso muy graves tanto para
el adepto como para la humanidad), la facción Columbia de la orden
Illuminati es otra de las instituciones más o menos ocultas de la logia
negra que engloba a casi todos los plutócratas del mundo, y más
externamente hay una infinidad de agencias y grupos de presión que
funcionan como brazos políticos ejecutores de estas órdenes tenebrosas
cuyos nombres solemos oír a menudo en los noticiarios.
Esa fuerza del mal se preocupa exageradamente por manipular todos
los aspectos de nuestra vida, pero lo hace de una forma tan fabiana
(sigilosa) y a tan gran escala que resulta muy difícil al simple
ciudadano de a pie darse cuenta de cómo se urde esa red de presión que
nos tiene a todos trabajando por la comida, en paro, o muriendo en
guerras absurdas que nos toca vivir sin saber cómo ni por qué.
Naturalmente la prensa y la televisión de masas no habla de esto
porque los grandes medios están al servicio de ese y otros poderes.
Quien quiera informarse no tiene más remedio que seguir la pista al
grupo Bilderberg y a los promotores del “nuevo orden mundial”, rastrear
los estipendios políticos dispensados por el imperialismo
anglo-norteamericano y examinar la trayectoria de la mayoría de los
gobiernos actuales. Tal vez entonces algunos que no pueden creerlo se
darían cuenta de que existen las fuerzas del mal, y por contraste
podrían admitir que existe la logia blanca y las fuerzas del bien.
Desgraciadamente no se puede esperar que una mayoría del público en
general entienda estas cosas (si se entendiesen, sería fácil darse
cuenta del mérito que tiene la obra de Samael Aun Weor, y del terrible
desafío que representa ante esas fuerzas del mal) pero desgraciadamente
eso que llamamos conciencia humana está tan ausente en nuestra vida que
considerándonos masivamente parecemos carecer de ella.
¿Qué es la conciencia? Voluntad (digamos que es la voluntad en
nosotros que viene de Dios). No es fácil definir qué es sin emplear
vocablos como alma, pero es fácil saber si la tenemos o no y en qué
medida por sus efectos.
El principal efecto de eso que llamamos conciencia es que nos
permite darnos cuenta de la realidad de las cosas. Cuanta más
conciencia, más cercana es la impresión que tenemos sobre algo a la
realidad de ese algo, cuanto más dormida la conciencia, menos
proporcionalidad entre lo que que creemos que es la realidad y lo que es
realmente.
Tenemos muy poca conciencia. Claro que esto último es bastante
difícil explicárselo a las personas de bien que de algún modo admiten la
posibilidad de que exista una merma en lo que debería ser la conciencia
humana normal, pero que ni remotamente sospechan hasta dónde llega esa
merma... (y si a esos resulta difícil explicarles, no digamos a los que
se creen conscientes y despiertos).
Es fácil ver esa hipnosis cuando se acentúa por la presencia de
sustancias narcóticas, alcohol o estados inducidos de sugestión, pero la
verdad es que el resto del tiempo no se está menos hipnotizado. Vivimos
opinando y posicionándonos sobre cosas que de antemano suelen ser
mentira, o de las que sólo sabemos lo poco que se nos permite saber, y
debido a nuestro estado hipnótico, aún dándonos cuenta de que no sabemos
lo suficiente para opinar no sólo opinamos sino que si hace falta
gritamos y hasta golpeamos.
En el colmo de los colmos nos apresuramos a juzgar a los demás sin
entender siquiera hasta qué punto tan crítico somos seres inconscientes.
Algunas buenas personas, asistidas por su natural generosidad
atisban a ver que la vida sería mejor sin prejuicios ni radicalismos
basados en información que puede ser falsa aunque parezca verdadera, y
dejan para otros menos sabios la discusión y el combate, pero tampoco
estos tienen una gran conciencia de la verdad.
El problema de la conciencia es en realidad bastante simple, y está
perfectamente enunciado por Salomón Rey en los primeros dos capítulos
del Eclesiastés, pero por resumir, digamos que: “el que añade sabiduría
añade dolor”.
Efectivamente es así: una gran conciencia de lo precaria que
realmente es la existencia humana, es difícil de soportar, y tanto más
amarga resulta cuando esa conciencia es fatal (porque en ella va el
darse cuenta de que es demasiado tarde para hacer nada por cambiar, por
ejemplo). Entonces ¿cómo no va a ser doloroso saber si lo que se sabe es
que básicamente no hay alternativa? Antes de ver algo así, solemos
preferir evadirnos, adormecernos, mirar para otro lado, justificarnos,
buscar la felicidad que da la ignorancia...
El que quiere la verdad tiene que ser valeroso y no derrumbarse ante esa fatalidad inicial.
Aún en el caso de que no se pueda hacer nada ¿no es peor creer que
sí se puede y luchar en vano de forma ridícula, haciendo algo de
antemano condenado al fracaso? ¡Pues claro que lo es!.
El conocimiento es poder. Eso lo saben los tenebrosos, y lo saben
los maestros que resisten al afán de dominio de los tenebrosos.
Sólo el saber la realidad de algo nos confiere cierto poder para alterarlo en alguna forma.
Muchos en su búsqueda han conocido la obra de Samael Aun Weor y han estudiado la gnosis.
Con todo el obstáculo de su propia inconsciencia, algunos se han
decidido a aplicar las enseñanzas gnósticas a su vida. A veces aplicaron
mal las enseñanzas, otras no tuvieron el valor de aplicarlas, otras
muchas ni siquiera tenían las enseñanzas correctas, sino que las
recibieron ya adulteradas, otros incluso han triunfado, han despertado,
son los menos pero los hay: ¡bien por ellos!
Pero ¿qué decir a todos los innumerables fracasados?
Ahora se están recogiendo los frutos de 34 años de proliferación de
las sectas gnósticas resultantes de la división del movimiento original.
Es matemáticamente imposible que un esfuerzo de difusión de la
gnosis como el que hizo Samael Aun Weor no generase una enorme multitud
de damnificados que le echan la culpa al maestro por unas enseñanzas que
desde su inconsciencia creen ahora falsas y dañinas.
Samael Aun Weor ha sido el único maestro que se ha dedicado a
enseñar la religión del sexo al gran público. Eso estoy dispuesto a
argumentarlo a quien quiera que diga lo contrario (porque aunque los
estudiantes de diversas escuelas gnósticas se sientan algo más que “gran
público”, no es cierto: somos profanos y profanadores como todos, no
somos una orden esotérica, sino que intentamos serlo).
Cualquiera que ha tenido cierto éxito personal aplicando la gnosis
entiende los ataques y dificultades a que tiene que enfrentarse quien se
plantee explicarla o defenderla, en primer lugar el propio maestro
Samael: El tono de sus libros, siempre invitando al lector, nunca
imponiendo nada aunque exponga los principios de una enseñanza que son
absolutos, la amplia libertad y comprensión con que el maestro promulga
su doctrina apelando a lo mejor de cada uno, el epicureísmo que invita a
practicar al lector para poner en práctica la enseñanza, son indicios
de buena voluntad que pasan inadvertidos a sus detractores, no les
sirven de prueba de que el que les hablaba del camino, sabía bien de
sobra lo duro que es el camino.
Se necesita haber hecho un esfuerzo de solidaridad similar para
entender lo que implica todo esto. Se me ocurre un mal ejemplo que puede
servir: supongamos que estamos mucho tiempo encerrados en prisión y
tenemos bastante avanzado un plan de fuga que tiene sus riesgos pero que
puede funcionar, y supongamos ahora que a cierto preso de confianza
compañero de penurias queremos invitarle a fugarse y le hablamos del
plan (él ahora tiene dos dilemas: si nos cree o no, y si se arriesga o
no), sabemos que él no va a delatarnos, pero le dejamos ante sus
dilemas: sólo le pedimos que se decida antes del día de la fuga... y
ahora supongamos por último que en el colmo de la osadía se nos ocurre
que todos los presos de la prisión deberían tener al menos la
oportunidad de conocer que existe el modo de escapar... ¿que les
parecería a ustedes eso? ¿cómo se las ingeniarían para dar continuidad a
un sistema de trasmisión del mensaje sin ser detectados por la
autoridad penitenciaria? El resultado de lo que sea que ideasen se
parecería bastante a lo que ahora llamamos secta, o dicho en otras
palabras: una secta no es necesariamente mala, sólo es una forma de
conservar un mensaje.
Y con tanto como se critica a Samael Aun weor ¿nadie ve que las
delegaciones de la logia negra (por ejemplo muchos grandes partidos
políticos u otras asociaciones de fornicarios) se dedican a prometer
soluciones que de antemano saben que son mentira y que aplican para eso
todos los trucos de los publicistas sin arriesgar nada, mientras que el
maestro Samael Aun Weor al defender la magia sexual desde los años 50
arriesga hasta la vida? Se necesita conciencia para poder discernir lo
que es un explotador miserable de la voluntad ajena de lo que es un
maestro, no es algo tan fácil.
Muchos han estado largos años estudiando la gnosis y ahora se rinden
a planteamientos funestos como que estuvieron sometidos a una cruel
manipulación, que se les ha engañado, que han sido víctimas de una mala
voluntad, que la magia sexual es mentira, etc. por el motivo de que no
les funcionó la gnosis.
Están en su derecho de pensar lo que quieran y nadie les culpa por
no haber conseguido nada con la gnosis, pero vale la pena informarles de
que se están engañando: es ilógico culpar a la receta de que no nos
salió el pan cuando a otros sí les ha salido, y como no pueden creer que
a otros sí les ha salido, de ahí se sigue que el que diga que sí es un
mentiroso: pues no oiga, eso es un error, y hay algo que uno puede
plantearse para entender cómo ha llegado a esta situación: ¿y si nunca
hemos querido en verdad buscar esa verdad que decimos buscar, y la hemos
encontrado a nuestro pesar?
Hay un descubrimiento muy amargo en la vida de todo el que es
iniciado en el arte de conocerse a sí mismo que alguna vez se ha
referido como: “el error antiguo”. Básicamente es el descubrimiento de
algo que es nuestro pecado favorito, algo a lo que no estamos dispuestos
a renunciar. Es el descubrimiento terrible de que uno no quiere
cambiar. A veces se puede expresar como un: “estar conforme con lo que
uno es”. Si en verdad estamos satisfechos de nosotros mismos ¿qué es lo
que estamos haciendo? Esa pregunta es la que hay que responderse.
Los grandes detractores de la gnosis han caído en los viejos tópicos
saduceos y fariseos: valorarlo todo exclusivamente con el intelecto,
comparando lo que reciben con la idea que tienen en la mente de lo que
deberían recibir, valorando todo de forma materialista y perdiendo de
vista que por muy persuasivas que les parezcan sus conjeturas en contra
de la gnosis, nada saben sobre su verdad (lo cual es muy dañino porque
tomando las objeciones personales como prueba de falsedad no sólo se
cierran ellos el camino sino que se lo cierran a los demás, y además sin
otro motivo en el fondo que el propio desacuerdo y disgusto).
Si no les convence la enseñanza del maestro podían seguir con su
vida y olvidarse de todo para bien o para mal. Al fin y al cabo todo el
mundo puede decir lo que le parezca ¿o no? Y es cosa del que recibe lo
dicho el hacer caso o no, pero eso sería demasiado pedir a un dormido:
al dormido le pica y se tiene que rascar, el dormido se tropieza con un
barrón de la acera y al otro día exige que pongan una rampa...
Pero al fin y al cabo, todo eso es apenas normal. Es un fenómeno más
que existe por el estado de inconsciencia que padecemos, que se
caracteriza porque no vemos la realidad de las cosas tal cual es.
Si alguno de los que han hecho de su nueva causa la erradicación de
las enseñanzas de Samael Aun Weor quiere la receta para superar su
infantil pataleo de funestas consecuencias yo se la doy con mucho gusto:
deje de identificarse el interesado con su propia mente. ¿Desde cuándo
la mente tiene autoridad para afirmar o negar la verdad o falsedad de
algo?
La mente puede ver indicios racionales de falsedad en un momento y
dejar de verlos en otro momento en que la voluntad respecto a lo que
mira ha cambiado.
La conciencia es la voluntad legítima dentro de nosotros, pero no es
la única voluntad, tenemos muchas desgraciadamente, que se emplean a
fondo para amedrentar a la misma conciencia.
La persona que es inteligente debe ser capaz de darse cuenta de que
su mente puede engañarle, de que no es de sentido común tomarse en serio
ciertas conclusiones de su propia mente (sé que pido demasiado, pero es
que no nos queda otra).
Si se observa a los grandes pedantes y razonadores del mundo se dará
uno cuenta de que rara vez aplican a sí mismos lo que tanto recomiendan
a otros. Esto es especialmente cierto con los moralistas (quiero decir
con esto que las objeciones de tipo dialéctico o formal no lo son todo,
siempre se ha de saber ver con la poca o mucha conciencia que se tiene).
Hay otra cuestión aún peor. Empecé a referirme a ella al principio:
La magia negra existe, desgraciadamente. El mal existe y es muy
poderoso. Las personas que son sinceramente honestas, lo que llamamos
muy buenas personas, esos que no tienen mala voluntad ni para con
quienes todo el mundo entendería que tienen motivos de tenerla, no se
dan cuenta de que existe ese mal porque son de manera natural inmunes a
él, y verdaderamente es muy difícil para un mago negro turbar a ese tipo
de personas, pero si uno se mete por el camino gnóstico tarde o
temprano acaba por descubrir a las ingentes organizaciones tenebrosas
con todo su horripilante imperio, con todas sus tretas espeluznantes,
con todos sus sofismas de distracción, tanto dentro como fuera de uno
mismo. Y lo más asombroso de todo eso es que trabajan de forma
incansable para conseguir sus fines.
Eso francamente es lo que me ha dejado más perplejo: ¿qué látigo
azota a esas gentes tenebrosas para que sirvan a sus amos con tal
diligencia? Pues simplemente su egoísmo: Jamás se plantearían que lo que
hacen no está bien, cualquier sacrificio ajeno les parece aceptable si
es por evitar el propio. El yo que de por sí tiene una fuerza tan
tremenda, convenientemente alimentado de aquella energía sexual que
debería servir para reducirlo a cenizas y traer a la existencia al real
ser, se vuelve tan poderoso que causa asombro y terror verlo en acción.
Su objetivo es precipitar el derrumbe de esta humanidad. No demorar más
el seguro descenso que nos aguarda (el monumento llamado “las piedras de
Georgia”, es un buen ejemplo de declaración de intenciones de la logia
negra).
Sin embargo no puedo perder de vista que a pesar de todo ese poder,
aún hay esperanzas, aún puede quien así lo quiera estudiar y comprender
la gnosis, aplicarla en su vida, despertar conciencia. Todo eso no se ha
perdido. Tal vez llegue a perderse pero por ahora aún existen
posibilidades para la esencia.
Háganse un favor todos los que lean estas líneas y reflexionen en
dónde se encuentran y donde ven que están los demás. El mundo entero es
un escenario donde se están representando unas farsas que asombran
vistas entre las bambalinas del poco conocimiento que se filtra sobre
los verdaderos motivos -tras los motivos declarados- de cada asunto.
Está muriendo gente en absurdas guerras por y para nada de lo que creen
ser el motivo de esas luchas, están perdiendo su trabajo millones de
personas porque unos cuantos plutócratas han diseñado una crisis
mundial, los desmanes y los crímenes son más impunes que nunca y la
humanidad manifiesta una inconsciencia cada vez más profunda.
Nadie nos culpa por ser inconscientes y querer permanecer en la
inconsciencia, nadie entre los despiertos, ellos se limitan a intentar
mostrarnos a todos que otra existencia es posible y que está a nuestro
alcance despertar, pero nosotros en algún momento decidimos tomar el
camino que nos ha traído hasta aquí y ese error antiguo ya ni siquiera
lo recordamos, hemos de descubrirlo a base de comprendernos con
paciencia a nosotros mismos.
A los arrepentidos de la gnosis les invito a que hagan un nuevo
planteamiento excluyendo toda arbitrariedad de terceros y estudiando la
obra del maestro Samael Aun Weor no como los creyentes estudian su libro
sagrado, sino tomándole a él como un simple hombre corriente despierto
que está interesado en hacer que los demás entiendan cuál es el camino
para despertar. La gnosis que aprenderían de esta forma sería
enteramente otra. Nada tendría que ver con absurdas controversias
propias de esta o aquella secta, sería enteramente de uno, iría a la
conciencia de uno. Tendríamos que enfrentarnos a la cruda realidad de
nuestros demonios, pero de eso ya nada puede librarnos, y es mejor
conocerlos aunque puedan condicionar nuestro destino de todos modos que
dejar que lo condicionen sin intentar comprendedlos.
No estoy hablando de admitir sin más cosas que no podemos razonar o
que directamente nos parecen un error o una contradicción, sino de tener
presente que el que escribe es un humano y puede que nos choque tal o
cual cosa que dice, y que por eso no pasa nada: no tenemos que reírle
todas las gracias a ningún maestro. Entended que el que escribe está
cambiando a través de los años y abandona ciertas ideas primeras en
favor de otras más lúcidas a medida que despierta su conciencia.
Entended que si bien no es lógico que aceptemos algo que nos parece
absurdo, si lo es dejarlo en suspenso sin aceptar ni condenar, aunque
con la esperanza de llegar a verificarlo, habida cuenta de que partimos
de un estado de inconsciencia que se caracteriza precisamente por
hacernos percibirlo todo de una manera diferente a la que sería la
percepción normal y correcta que tendríamos estando despiertos, y que
sería una impresión fiel de lo que realmente es.
Los datos y la formación intelectual no nos los llevaremos con
nosotros al morir, sino que se olvidarán, los recuerdos de las
experiencias, incluso los sentimientos que ahora nos parezcan más
importantes, no nos los llevaremos con nosotros, en cambio la conciencia
despierta sí nos la llevaremos sea poca o mucha de la misma forma que
nos llevamos la conciencia dormida, (que nos hace ser de una manera que
no tiene explicación porque depende del resultado de experiencias que ni
sabemos que existieron).
Vale la pena la gnosis porque enseña a despertar la conciencia. No
tenemos que quedarnos con el papel que nuestra inconsciencia nos ha
repartido en este cuento, siempre lo podemos cambiar (el que está
despertando puede caer mañana, el que se atragantó con la gnosis puede
darse una segunda oportunidad).
Una cosa sí sé cierta: El mundo pasará, pero la gnosis no pasará.
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