Por: Izaak Walton [IAO]
En esta era de modernidad donde el ser humano enfoca todos sus
esfuerzos en la adquisición de diferentes bienes, sean materiales o
espirituales; en esta época donde el altruismo y la filantropía son
simples disfraces de individuos con oscuros intereses; en estos días
donde el hombre y la mujer galopan alocadamente para conseguir el éxito,
el prestigio y la gloria; en esta época donde paradójicamente lo humano
es cada vez más inhumano…, es, ciertamente, muy difícil hallar alguien
al que realmente no le interesen NI RIQUEZAS NI GLORIA.
Si en el devenir de la historia alguien ha sido tentado por tan
seductoras damas (doña Riqueza y doña Gloria) y sin sobresalto ha
desestimado sus halagos y no ha sucumbido a sus encantos, indudablemente
que nos encontramos frente a un RESURRECTO: alguien que murió para todo
lo ilusorio y temporal, y resucitó en el reino de lo verdadero y
eterno.
Individuos de esa talla son la síntesis de aquella parábola del
Nazarenus “sin mácula”: “De mil que me buscan uno me encuentra; de mil
que me encuentran uno me sigue; y de mil que me siguen uno me conoce
perfectamente…”
Como el hábito de plasmar en el prójimo nuestras propias fantasías y
ambiciones es más habitual que lavarse las manos, no es de extrañar que
en el paisaje que nos rodea surja un sentir escéptico cuando se habla
de un hombre de perfecciones que eliminó de sí mismo todos los elementos
que conforman eso que llamamos defectos, vicios o debilidades.
Sin embargo, a pesar de que en ciertas épocas de fuerte escepticismo
social y eclesiástico se abrazara con fuerza la teoría del geocentrismo
de Aristóteles, el sol no dejaba de ser el centro de este sistema de
mundos.
Ciertamente nuestra visión estrecha y condicionada de las cosas,
similar a la del gusano que desarrolla toda su vida alrededor de una
manzana sin concebir la variedad de vida que existe sobre este planeta y
las complejas leyes que lo rigen, es el ingrediente ideal para
catalogar la conducta del prójimo con un sinfín de adjetivos, en esencia
peyorativos.

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Pero ser justos con la verdad
significa reconocer que sí ha habido hombres que, más allá de nuestros
conceptos, no se han dejado seducir NI POR RIQUEZAS NI POR GLORIA, y que
uno de esos hombres insignes ha sido conocido como SAMAEL AUN WEOR, el
padre del Gnosticismo contemporáneo.
Corría el año 1976, y en el Congreso Internacional celebrado en la
ciudad de Guadalajara, México, aconteció algo que evidenció la sencillez
de aquel hombre conocido en la gnosis de nuestros días como Buddha
Maitreya. En un momento del evento le obsequiaron al Venerable una
hermosa obra pintada por un estudiante gnóstico (una obra de su propio
rostro), y él, con palabras que sorprendieron a todos manifestó su
sentir por aquel regalo... Pero mejor transcribamos aquellas
significativas palabras:
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Agradezco el cuadro este que maravillosamente ha pintado aquí,
¿Quién? Francamente, aguardo que me digan quién fue, porque no sé
todavía quién fue…
Estudiante. Permítanme, hermanos, decirles que éste es un esfuerzo
también del hermano M. M. y él es personalmente quien conoce el artista
que ha dibujado esta obra maravillosa; le pedimos al hermano M. M. que
pase acá.
M. M. El artista que pintó este cuadro vive en la ciudad de Pereira,
y es un estudiante gnóstico de Primera Cámara en el Centro de Estudios
Gnósticos “Samael”, del Barrio “Mejía Robledo”, en nuestra casa en
Pereira. Con mucho amor, trajimos el óleo y lo estamos ofreciendo al
Maestro Samael; aquí en Guadalajara conseguimos el marco; ¡gracias!
Maestro. Un aplauso para el artista... [Aplausos]
...Incuestionablemente, me siento conmovido por esta pieza artística
maravillosa. Obviamente, quien ha pintado ese cuadro, demuestra ser un
verdadero artista en el sentido más completo de la palabra. Sin embargo,
francamente y en nombre de la verdad, a pesar de que ese hermano es un
gran artista y que yo admiro su pincel formidable, y el cuadro precioso
que presenta ahí, ante la vista, digo lo siguiente:
Como quiera que una persona humana o la figura de una persona
humana, como la mía, no tiene realmente ningún valor que valga la pena,
pues, la persona es persona y es algo efímero; como quiera que lo único
importante es el Ser; como quiera que me considero (en nombre de la
verdad, y no por falsa humildad, sino sencillamente porque así es), un
mísero gusano del lodo del mundo, lamento que esas tan grandiosas
características artísticas de ese gran hermano, se hayan ocupado en
pintar algo que no vale la pena pintar.
Prefiero, sencillamente, que los hermanos se dediquen de lleno al
trabajo sobre sí mismos a la disolución del Ego, a la aniquilación del
Yo.
Ciertamente al Maestro Samael ni en aquel Congreso ni nunca le
gustaron las alabanzas, las lisonjas o las adulaciones. Él siempre decía
de sí mismo que era un vil gusano del lodo del mundo. Así se expresaba
el Excelso en una de sus cátedras:
Desintegren el Yo de la Autoimportancia porque nosotros no somos
importantes, ni yo mismo (que soy el Presidente fundador del Movimiento
Gnóstico) así mismo podría considerarme importante.
Considero que soy un vil gusano del lodo de la tierra y eso es todo.
No pienso ni quiero pensar que sea más grande que ustedes. Soy un
servidor de ustedes, pero nada más que un servidor, un humilde
servidor...
Conferencia titulada: La Transvalorización del Trabajo Esotérico.
Y de esta otra forma plasmó en el epilogo de una de sus obras, asentado en la más absoluta humildad, su concepto del amor:
AMAD con todo vuestro corazón y con toda vuestra ALMA a vuestros
peores enemigos; besad el látigo del verdugo, bendecid a quienes os
maldicen y persiguen, devolved bien por mal.
Amadísimos: Tengo el ALTO HONOR de invitaros a un intercambio
epistolar constante, pero por favor os suplico, os ruego, absteneros de
toda clase de alabanzas, adulaciones, lisonjas.
Es URGENTE, es INDISPENSABLE, que vosotros comprendáis que mi
insignificante persona vale menos que la ceniza de un cigarrillo, es
algo que francamente no tiene la menor importancia.
Con toda sinceridad os digo que cualquier carta portadora de alabanzas, adulaciones y lisonjas, será rechazada.
A mí tratadme de corazón a corazón, de bien a bien, de amor a amor.
Recordad aquella máxima HERMÉTICA que dice: “Te doy amor en el cual está
contenido todo el súmmum de la Sabiduría”.
A mis peores enemigos, a esos que tanto me odian, maldicen y
persiguen, a esos que tanto critican mis obras, les hago llegar por
medio de este Mensaje de Navidad un abrazo fraternal lleno de verdadero
AMOR.
Adoro a mis enemigos, adoro a mis críticos y deseo para ellos como es natural, felices Pascuas y próspero Año Nuevo.
Mensaje de Navidad 1967-1968.
El legado del V.M. Samael Aun Weor fue absolutamente filantrópico.
Nunca le interesó el dinero ni las propiedades. Nunca cobró por impartir
sus enseñanzas y nunca permitió a nadie que cobrara por divulgarlas.
Así entendía este filósofo del siglo XX la relación que debía tener la sociedad con el dinero:
Lo grave no está en conseguir dinero, lo grave está en la codicia. La humanidad actual es tremendamente codiciosa.
Las gentes dependen del dinero para su propia felicidad. Quieren
dinero y más dinero, no se contentan con pan, abrigo y refugio, quieren
más dinero del que se necesita para tener pan, abrigo y refugio.
Necesitamos dinero, eso es obvio, pero cuando el dinero se convierte
en una necesidad psicológica, cuando lo utilizamos con otros propósitos
diversos de los que tiene en sí mismo, cuando dependemos de él para
conseguir fama, prestigio, posición social, entonces el dinero asume
ante la mente una importancia que no tiene, una importancia
tremendamente exagerada y desproporcionada. De aquí se origina la lucha y
los tremendos problemas por poseerlo.
Débense distinguir las necesidades fundamentales de las necesidades psicológicas.
Pan, abrigo y refugio son necesidades vitales fundamentales, eso es obvio.
Posición social, grandes casinos, mesas de juego, últimas modas,
lujosos carruajes, etc., etc., eso no se necesita, eso es absurdo.
En el fondo de toda esta cuestión lo que el Ego quiere es satisfacción, goza sintiéndose satisfecho.
El Yo busca satisfacción, quiere satisfacción y es apenas normal que
busque aquellas sensaciones que pueden darle la anhelada satisfacción.
El Ego quiere sensaciones de riqueza, buenos banquetes, sensaciones
de poderío, lujo y vanidad; todo esto con el único propósito de sentirse
satisfecho.
Existen muchos tipos de satisfacción y de sensación, y por lograr
eso cometemos el error de perder el tiempo miserablemente, dedicados
únicamente a conseguir fortuna.
Unos quieren sensaciones de riqueza, poder, mando, etc. Otros
quieren sensaciones sexuales, conseguir mujeres y más mujeres, etc. Son
innumerables las sensaciones que conducen inevitablemente a
satisfacciones miserables, indignas y sucias.
Quienes andan en busca de sensaciones sucias, quienes andan en busca
de satisfacciones estúpidas, no tienen el menor inconveniente en
explotar a sus semejantes, se vuelven espantosamente crueles y
codiciosos, avaros y astutos.
Necesitamos dinero para cubrir nuestras necesidades físicas
inmediatas. Desgraciadamente la necesidad se transforma en codicia. Hoy
en día nuestra relación con el dinero se basa en la codicia.
Debemos aprender a diferenciar las necesidades físicas inmediatas, y
las necesidades psicológicas. Es necesario saber dónde termina la
necesidad y dónde comienza la codicia.
El codicioso sufre y hace sufrir, se amarga la vida a sí mismo y se la amarga a los demás.
Ética y Sociología Gnóstica.
Samael Aun Weor, podemos afirmar, fue un hombre sencillo y generoso
en extremo. Un hombre capaz de abrirle la puerta a un limosnero y, no
teniendo nada mejor para darle, regalarle su propia camisa. Un hombre
capaz de renunciar a la fuente de ingresos que podía haber cambiado el
rumbo de su vida. Pero para bien del paciente lector rememoremos ahora
ese gesto de desprendimiento escuchando de nuevo las palabras del
Excelso:
Agradezco al Dr. J. V. M. sus nobles propósitos en relación con la
cuestión editorial: Que se me paguen los derechos de autor. Esto me
parece grandioso. Mas en nombre de la verdad he dicho una cosa: Nunca he
exigido tales derechos. He escrito más de 70 obras [aplausos]; los
dedos de mis manos, como ustedes ven, están totalmente casi destruidos; y
seguiré escribiendo libros y el día que estos dedos de mis manos ya no
sirvan de tanto darle al teclado, a la máquina de escribir, ensayaré con
los dedos de los pies [aplausos].
Hoy por hoy, mis
queridos hermanos, y por siempre, renuncio y he renunciado, y seguiré
renunciando a los derechos de autor. Lo único que deseo es que estos
libros se vendan en forma barata, al alcance de los pobres, al alcance
de todos los que sufren y lloran [aplausos]. Que el más infeliz
ciudadano pueda conseguir ese libro con los pocos pesos que lleve entre
su bolsa; eso es todo [aplausos].
En realidad de verdad yo no tengo ninguna renta; no exijo nada por
mis obras, quien quiere editarlas que las edite para bien de toda la
humanidad doliente [aplausos].
Hermanos: Tampoco he exigido ni pienso exigir jamás sueldo alguno.
En la República del Salvador nos asignaron al Maestro G. K. y a mi
insignificante persona que nada vale (pues yo no doy ni siquiera un peso
por mi persona), un sueldo, pero en realidad de verdad no quiero tal
sueldo. ¡Soy un limosnero con smoking, y vivo de la limosna pública!
[Aplausos].
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Lo único que sí me interesa es llevar la Enseñanza a todos los
rincones del mundo sin distinciones de raza, sexo, credo, casta o color,
que toda la humanidad reciba la Doctrina; eso es todo [aplausos]. ¡Paz
Inverencial!
Después de leer estas palabras solo nos queda exclamar: ¡Bendita sea
la humildad! ¡Bendita, la abnegación! ¡Bendita, la filantropía! ¡Y
benditos los que han conquistado esas virtudes inefables!
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